Matar la culebra o Mataculebra es uno de los elementos más singulares del patrimonio cultural portuense. Asociado a la celebración del carnaval en la ciudad, este ritual aúna música, danza y representación escénica y forma parte del denominado folclore de emigración. Cada lunes de carnaval, los y las escolares llenan las calles más emblemáticas del municipio con los sonidos de esta manifestación popular.
El Mataculebra está considerado uno de los géneros más curiosos e interesantes del folclore musical de las Islas Canarias, precedente –según escribe el etnógrafo Manuel J. Lorenzo Perera– de lo que hoy se conoce como teatro en la calle. Llegó a las Islas a finales del siglo XIX de la mano de los emigrantes que regresaron de Cuba. Allí, las danzas, cantos y el sonido de los tambores de la la población de esclavos negros africanos que llegaron a la isla antillana marcaban el ritmo de manera especial en las populosas fiestas del Día de Reyes. La muerte de la culebra establece una relación metafórica para expresar la victoria sobre el mal, que amenazaba la vida de la comunidad en los pueblos africanos, y la representación simbólica de la explotación de los negros en el sistema esclavista en Cuba.
En el caso de Puerto de la Cruz fue introducido por un retornado cubano llamado Manuel Díaz, popularmente conocido por Manuel Catalina. Tras su muerte, fueron sus descendientes (hijos, nietos y bisnietos), los Catalinas, quienes mantuvieron la tradición de desfilar por las calles matando la culebra en los enclaves tradicionales y concurridos del carnaval hasta 1985.
El Área de Cultura inició en 1997 la tarea de rescatar esta tradición singular a través de un proyecto educativo desarrollado en los colegios públicos del municipio para brindar al alumnado la oportunidad de conocer desde dentro el significado y la simbología de una de las manifestaciones más características de la cultura popular y el carnaval portuenses. Los niños y niñas profundizan en cuestiones como la emigración, el origen y significado de los protagonistas de la escenificación, además de aspectos históricos del folclore y las carnestolendas. Con su participación, se convierten en protagonistas de la conservación del patrimonio cultural portuense, al tiempo que aprenden desde una perspectiva lúdica y artística.